El caso de la chica de Denisova es una rareza científica de primer
orden: era de una especie pariente cercana de los neandertales, vivió
hace unos 80.000 años en el sur de Siberia, era hembra y tenía los ojos y
el pelo marrón y la piel oscura. Y esto se sabe no porque hablen sus
huesos fosilizados, como en las demás especies de homínidos del pasado,
sino directamente por sus genes. De los denisovanos se han encontrado
sólo un pequeño fragmentos de hueso de un dedo meñique, del tamaño de un
botón de camisa, y dos dientes. Estaban en la cueva de Denisova, en los
montes Altai, al sur de Siberia. No hay más rastros esqueléticos. Sin
embargo, para las poderosas tecnologías genéticas avanzadas del equipo
que dirige el prestigioso científico Svante Pääbo ha sido suficiente el
poco material genético recuperado de esa falange para sacar el genoma
completo, de manera que ahora tiene un retrato —genético— de esa chica
del pasado tan preciso como si fuera de un ser viviente actual.
Los denisovanos serían como los primos, viviendo en Europa Oriental y
Asia, de los neandertales típicos de Europa, de los que se han
descubierto miles de huesos fosilizados.
El genoma detallado de la chica de Denisova, además, ha permitido a
estos investigadores hacer comparaciones con genomas de otras especies,
incluidas once personas actuales de diversas regiones del mundo, y de
chimpancés. Así, han elaborado una lista de mutaciones genéticas
específicas de nuestra especie que nos diferencian de los denisovanos.
Son genes asociados, por ejemplo, al funcionamiento cerebral y al
desarrollo del sistema nervioso, otros que contienen información sobre
la piel, los ojos y la morfología de los dientes, y 34 relacionados con
enfermedades humanas, y una mutación de gen asociado a problemas del
habla. “Es como una receta genética del ser humano moderno”, resume
Pääbo, al frente de los investigadores del Instituto Max Planck del Biología Evolutiva
(en Leipzig, Alemania) que presentan hoy las conclusiones de sus
análisis en la revista Science. Para hacer este trabajo, además, han
desarrollado una nueva técnica de secuenciación del ADN que muchos
consideran que va a revolucionar la investigación de ADN antiguo. La
nueva tecnología para trabajar con material genético de fósiles es un
desarrollo de Mattias Meyer, miembro del equipo.
El equipo presentó hace un par de años los genomas completos del ADN
nuclear de tres neandertales y, al compararlos con los de humanos
actuales de diferentes partes del mundo, concluyeron que aquella especie
humana europea extinta, en contra de los que sostenían muchos
especialistas, sí que se cruzó con nuestros remotos tatarabuelos, aunque
a muy bajo nivel. Además, precisaron que hay entre un 1% y un 4% de ADN
neandertal en los actuales europeos y asiáticos, pero no en los
africanos, escribe Ann Gibbons en Science.
Poco después estos científicos hicieron el primer trabajo genético
con el huesecillo de la chica denisovana, y llegaron a la conclusión de
que no era ni neandertal ni de nuestra especie (aunque se han encontrado
huesos de ambas en el mismo nivel de sedimentos de la cueva siberiana),
sino que se trataba de una nueva especie emparentada de cerca con los
neandertales. Sin embargo, para muchos paleontólogos, dada la escasez de
restos fósiles y las características del yacimiento de Denisova, esa
afirmación del equipo de Pääbo es muy controvertida.
Además, aquel primer trabajo se basaba en ADN muy fragmentado. Ahora
Meyer y sus colegas de Leipzig dan un gran salto adelante con el nuevo
método, que permite partir de hebras simples de la doble hélice, en
lugar de las dos hebras, como se hace normalmente. Así, han logrado
multiplicar la cantidad de ADN de la chica de Denisova partiendo de una
muestra de material genético de solo 10 miligramos, continúa Gibbons.
Los resultados son tan precisos que Meyer y sus colegas han podido
determinar que la chica tenía 23 pares de cromosomas, como nosotros.
También encuentran estos investigadores indicios genéticos de cruce
de nuestra especie humana con los denisovanos. Pero la impronta genética
de aquellos primos de los neandertales varía en las diferentes
poblaciones humanas actuales: un 3% del genoma de la gente de las islas
del sureste asiático y de los aborígenes australianos esta en los
denisovanos, mientras que en los chinos apenas hay trazas de ellos.
La genética también da pistas sobre la variabilidad genética de los
fantasmagóricos seres de Denisova, que sería más baja que entre los
humanos actuales. “Esto se debe, probablemente, a que una población
inicial denisovana pequeña creció rápidamente a la vez que se extendía
por un amplio rango geográfico”, comenta Pääbo.
Hay datos del nuevo genoma que sin duda van a alimentar la polémica y
las dudas sobre esos primos de los neandertales. A partir de las tasas
de mutación de genes, Meyer y sus colegas estiman la antigüedad de la
muchacha en unos 80.000 años. Pero los fósiles fueron encontrados en un
nivel del yacimiento datado entre 30.000 y 50.000 años.
En paleontología, tradicionalmente, se buscan cuantos más restos
fósiles mejor para poder definir y conocer una especie. En este caso
parece como si los expertos de Leipzig dijeran: “Aquí está el genoma,
ahora buscad el esqueleto”. En eso están los paleontólogos.
Alicia Rivera-El País 30 agosto 2012